Elisa Martín

Liderazgo femenino y coronavirus

Angela Merkel, Jacinda Ardern, Katrín Jakobsdóttir, Mette Frederiksen y Tsai Ing-wen han reaccionado de forma brillante ante la pandemia, activando la urgencia por proteger la seguridad de los suyos, con decisiones inteligentes ante los datos

Estos días ha sido comentario general la respuesta tan rápida y eficaz que han tenido varios de los países gobernados por mujeres ante la amenaza del coronavirus, comparados con el resto de los países. No soy muy partidaria de hacer esta diferencia de género porque, idealmente, tendríamos que hablar de personas, con sus aciertos y sus errores particulares. Pero es que, en este caso, las diferencias en la gestión frente al mayor reto al que se ha enfrentado la humanidad en los últimos 70 años son tan evidentes que, en vista de los resultados, merece la pena dedicar una reflexión a la llegada de un liderazgo diferente.

Desde hace solo unos años las mujeres formamos parte de la vida política. Es importante expresarlo así, porque durante siglos esa posibilidad nos ha estado totalmente vetada. Sin embargo, en la actualidad, algunas mujeres están al frente de unos pocos países, diez concretamente. No es el caso del nuestro donde los principales partidos no han presentado hasta ahora ninguna candidata a la presidencia del gobierno. De momento, seguimos teniendo papeles secundarios, esa es la realidad. Tampoco las mujeres hemos ocupado en la historia puestos de liderazgo empresarial. Aunque en este momento estemos más presentes, aún nos queda un largo camino por recorrer, con unas cifras a nivel mundial que rondan un escaso 3% de los cargos directivos en las empresas. Por cierto que, en este caso, en España sí destacamos, entrando en el ranking del año 2020 en los diez primeros puestos a nivel mundial, aunque sea con tan sólo un 34% de directivas. Entonces, si las mujeres no hemos estado presentes en la política ni tampoco en la empresa… ¿dónde estábamos?

Sabemos la respuesta. En épocas anteriores, las mujeres se movían principalmente, en el terreno de la vida privada, sin acceso a los espacios de poder, ni siquiera las que conseguían llegar al mundo profesional. En los países occidentales, estamos a pocas generaciones de mujeres que dedicaron su vida casi en exclusiva a cuidar a los demás, con una visión amplia del grupo, que incluía a su familia, sus vecinos, a los enfermos, que educaban a los niños y mimaban a los ancianos. Nuestras abuelas, tatarabuelas y de ahí hasta las cavernas, ejercían un liderazgo centrado en su entorno. Y lo han hecho con altas dosis de generosidad, inteligencia emocional y empatía. Se preocupaban por el bien común, protegían a los más débiles y mostraban, en general, gran adaptabilidad a las situaciones adversas, entrenando esa resiliencia de la que tanto se habla, atendiendo a varios frentes a la vez. Por supuesto que los hombres han cumplido también su papel, igualmente importante. Pero a quienes les tocó mirar a los ojos de los demás antes de tomar decisiones fue a esas mujeres, que vivieron con el foco en las personas y no tanto en el poder o en la economía.

Probablemente, por esta trayectoria, cuando las mujeres están accediendo al poder, lo hacen con un tono diferente, y destacan en aspectos como la comunicación, la toma de decisiones basadas en la protección de los más débiles, con mucho sentido común y, en cierta manera, sin dejarse llevar por los vaivenes del juego político y el ansia de figurar. Tras varias décadas de evolución en la vida pública, las mujeres, aunque con excepciones, demuestran que lo hacen mejor para el conjunto de la población, sobre todo comparadas con los líderes masculinos que actualmente están al frente de los principales países, cuya gestión está dejando mucho que desear en las últimas semanas. Ante esta crisis sanitaria, puede ser que la experiencia ancestral de las mujeres en el cuidado de los suyos, se haya trasladado a todo el Estado.

Alemania, Nueva Zelanda, Islandia, Dinamarca y Taiwán, por citar a algunos, son países gobernados por mujeres. Angela Merkel, Jacinda Ardern, Katrín Jakobsdóttir, Mette Frederiksen y Tsai Ing-wen han reaccionado de forma brillante ante el coronavirus, activando la urgencia por proteger la seguridad de los suyos, con decisiones inteligentes ante los datos que manejaban, eficaces y con una comunicación rigurosa y clara. Han puesto en marcha rápidamente medidas para evitar la propagación del virus, consiguiendo un número más bajo de contagios y de fallecidos que la mayoría de países afectados, y van a rebajar antes las restricciones. A la vista de los resultados, y con los retos que tenemos por delante, quizás sea el momento de plantearnos si el mundo necesita un cambio de modelo de liderazgo.

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